"Pudor", escribe Milan
Kundera, "es la reacción epidérmica para defender tu vida privada",
pero no sólo ésta, sino también lo más íntimo. Pero, lo saben los canallas, ese
pudor queda en indefensión sin conciencia.
Por eso es tan grave el delito
conocido como "pornografía de persona privada de la voluntad"
cometido por quien "videograbe, audiograbe, fotografíe o plasme en
imágenes fijas o en movimiento, a persona privada de la voluntad en actos de exhibicionismo
corporal o de pornografía", penalizado con más de 15 años de cárcel.
Increíble, pero la violencia
contra las mujeres, en vez de combatirse con el feminismo, se ha exacerbado. No
es suficiente represión la que se propicia en casa, ahora se hace pública bajo
el conjuro machista de someter a aquellas que, desde sus significados, merecen
el maltrato.
Lia Cigarini y otras de la
Librería de Mujeres de Milán han llamado libertad femenina a la opción
relacional que una mujer prueba y disfruta en la confianza que da un vínculo.
Se refieren a la libertad que "a una mujer le corresponde a causa de su
ser mujer y no a pesar de su sexo".
Pero, sin embargo, ésta se
castiga. Las represalias pueden verse a diario en internet, espacio globalizado
donde se exhiben las libertades, pero también la violencia que provoca, porque
la red también es el lugar que colecciona las más perversas agresiones.
Y la violencia permitida e impune
escala y se agrava.
La más reciente, la perpetrada en
el municipio más próspero del País, fue a una joven a quien sedó un
"amigo" en un antro para luego sacarla del lugar y trasladarla a un
hotel donde con toda alevosía fotografió su desnudez inconsciente, sus partes
más privadas y todo lo que su mente desviada permitió.
Pero sin saciarse con tal abuso,
se le ocurrió circularlas en las redes sociales donde se multiplicaron los
cómplices, pues cada usuario que ve el material y lo reenvía se implica en la
perversión, en el delito.
La indignación de propios y
extraños no se hizo esperar también en las redes, donde se expresó la rabia que
genera una violencia tan brutal, tan cobarde que un hombre puede hacerle a una
mujer.
De la pobreza espiritual y moral
de los hombres violentos es en parte responsable la sociedad machista, su
juicio implacable e impune a la mujer que goza de su libertad.
Escuchamos a sus representantes en
el poder y nos espantamos de sus reacciones cuando forman parte de los
tribunales de justicia. No sería la primera esta joven, a quien preguntarán a
qué hora estaba en el antro, cómo iba vestida, qué ropa interior usaba, si
había bebido en exceso o si acostumbraba dormir fuera de su casa.
Así son los interrogatorios, se
han hecho públicos en EL NORTE, cuando ellas se atreven a denunciar acosos,
abusos sexuales o violaciones en los que autoridades piensan que las mujeres
viven consecuencias merecidas por una reputación que ponen en tela de juicio.
Como en muchos países machistas
con precario sistema de justicia, después de ser violentadas a las mujeres se
les revictimiza desde el poder acusándolas de provocadoras. Si están fuera de
casa, se les trata como mujeres públicas accesibles a todos los hombres, pero
también se les arrebata su pudor en lo privado.
La libertad de las mujeres está
siendo castigada y muchas de las madres que la alentaron retractan su postura
dadas las consecuencias sufridas por sus ideales feministas: aspirar a los
mismos derechos. No existen si ellas osan optar por las mismas libertades del
varón.
Ellos nunca serían sedados por una
mujer, ni abusados ni violados, tampoco expuestos desnudos públicamente. Las mujeres
tenemos pudor y empatía
Qué lejos estamos de ser una
sociedad civilizada.
Este artículo fue escrito por Josefina Leroux y publicado en el
periódico El Norte
josefina.leroux@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario